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martes, 28 de febrero de 2012

Instinto, inteligencia y amor en el sexo


En primer lugar, tanto el hombre como la mujer deberían procurar informarse de todo lo relacionado con el amor. Deberían aprender que el placer sexual sólo será completo cuando mediante una serie de caricias ambos esposos estén preparados afectivamente para él.

Que no hay que precipitarse, sino, por el contrario, hacerlo durar lo más posible, de la misma manera que se intenta prolongar cualquier otro placer. Finalmente convendría que supieran que, después del amor, no hay que separarse bruscamente sino prolongar durante el mayor tiempo posible la intimidad y el bienestar que de él se derivan.

Y, sin embargo, la mujer suele considerar que «la iniciativa le corresponde al hombre», y esta consideración la induce a una pasividad y a una timidez capaces de hacer perder el entusiasmo al hombre más enamorado.

El hombre, por su parte, considera que todo saldrá bien sin necesidad de previsión y esfuerzo. Suele confiar en el instinto, sin tener en cuenta que el instinto, sin el freno que le imponen la inteligencia, el cariño y el respeto por el ser amado, es excesivamente brutal y a todas luces insuficiente para crear un vínculo sólido sobre el que se pueda fundar la estabilidad del matrimonio.

Vemos, por tanto, que la responsabilidad del éxito o del fracaso de «la noche de bodas» recae por igual en el hombre y en la mujer, y que ambos han de hacer lo posible por facilitarle las cosas al otro, por lo que el ir al matrimonio sin preparación alguna no es un acto indiferente, sino que constituye un verdadero atentado contra la propia felicidad y la del ser amado.

Solamente nos resta ya insistir un poco más sobre la importancia de la «noche de bodas» y de las futuras «noches» para el equilibrio físico y psíquico de ambos cónyuges, destacando el hecho de que un mal comienzo, una torpeza cualquiera, cometida por descuido o por ignorancia, es suficiente para crear entre los esposos un clima de desconfianza o de rencor que sólo con el tiempo, mucho amor y demostraciones de cariño y consideración por ambas partes, podrá llegar a desvanecerse.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Mujeres solteras


El tiempo de vivir sin pareja

Tanto para las solteras como para las divorciadas, el tiempo que se pasa sin pareja no debe tomarse como una etapa triste, depresiva o de ansiosa espera de iniciar una nueva relación.

La soltería es el tiempo ideal para compartir y disfrutar con nosotras mismas, conocernos y llevar a cabo proyectos que no podemos hacer o nos son más difíciles cuando tenemos pareja. Por ejemplo, estar sola es el mejor momento para entablar nuevas relaciones de amistad o camaradería, viajar, salir o quedarse en casa cuando se quiera sin tener que dar explicaciones, disfrutar más de los amigos, cambiar de casa o anotarse para hacer al fin la actividad siempre postergada.

Desde el punto de vista de la propia personalidad, estar sin pareja permite desarrollar la independencia y autosuficiencia, lo que ayudará a un aumento de la autoestima. Sin embargo, para poder disfrutar y aprovechar esta etapa es recomendable planificar los tiempos de ocio y libres de obligaciones.

Así sea con otros o en soledad, programar una comida especial, agendar ver una película en televisión o decidir terminar de leer el libro o el trabajo manual empezado evitará los huecos y en ellos el pensamiento erróneo de que sólo estando en pareja uno puede sentirse bien.

A veces cueste un poco aceptar esta situación, pero con el tiempo se comienza a valorar este estado y todas las experiencias diferentes que aporta.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Consejos de sexo para la pareja


Desarrollar un lenguaje en común
Si va a hablar de sexo, necesita usar palabras. Pero ¿qué palabras? Hay un mundo de diferencias entre las palabras. Es común que una persona se sienta ofendida por los términos sexuales que utiliza la otra.

Desarrollar un lenguaje que usted y su pareja puedan usar es muy Importante. Discuta con su pareja qué palabras son cómodas para hablar de sexo. ¿Cuáles prefiere para describir partes de su propio cuerpo? ¿y las de su pareja? ¿Hay alguna palabra que no soporta? Hágale saber a su pareja qué palabras lo excitan y cuáles no. Pídale que haga lo mismo. Así podrán expresarse con sus propios códigos.

Me gustaría hacer un cambio
Mucha gente duda en pedirle a su pareja que cambie una técnica sexual particular, especialmente si han compartido la cama mucho tiempo. Tienen miedo de lastimar los sentimientos del otro. Una forma respetuosa y efectiva de comunicar su Información es dándole a su pareja otra alternativa, comenzando con las palabras "En lugar de..."

Piense en algo que quiera cambiar en las técnicas amatorias de su pareja y en un futuro cercano busque una oportunidad para darle una sugerencia alternativa.

Un consejo
Usted no deberá decidirse a realizar todos los ejercicios de una sola vez. Comience eligiendo los ejercicios fáciles y no amenazadores, y vaya de forma gradual hacia los demás ejercicios. No espere que las cosas cambien de una noche para la otra; hablar de sexo abiertamente será, sin dudas, difícil en un principio. Pero con el tiempo las líneas de comunicación se abrirán -y verá grandes avances en su vida

jueves, 3 de noviembre de 2011

El dulce amor en la pareja


TIEMPO DE ESPLENDOR

El noviazgo resulta delicioso, además de constructivo, si la pareja —principalmente el varón— sabe crear y mantener en su relación íntima el clima romántico y siempre vigente del cortejo amoroso.

Para la mujer, el tiempo de su noviazgo está rodeado de un halo de ilusión que ya nunca más volverá a iluminarla. Le esperan mayores dichas sin duda —el matrimonio, la maternidad, el envejecer junto al hombre amado—, pero nunca volverá a sentirse tan dueña del mundo y del amor como en esta época esplendorosa en que el enamoramiento ha cristalizado en un sentimiento profundo de apego y de aceptación de un destino común.

Tradicionalmente la mujer vive en este período el punto culminante de su poder femenino: es cortejada por un hombre y sabe que sólo ella tiene en sus manos el poder de dispensar o negar los favores que el galán solicita.

Por un corto espacio de tiempo la sociedad patriarcal le concede algo que siempre le ha negado: poder decisorio, la alegría de no sentirse un ser disminuido que pasa del poder del padre al del esposo. Le concede el regalo embriagador, y transitorio, de lo que vulgarmente podría llamarse «tener la sartén por el mango». La atención del novio está fijada en ella; y el novio es un varón, que la halaga, la mima y se muestra rendido y completamente entregado a su voluntad.

Si en la sociedad patriarcal la mujer está alienada, al menos durante el noviazgo las presiones paternalistas se suavizan y le es dable manifestarse como alguien más que una eterna «menor»; durante este fugaz período es una persona en el pleno ejercicio de su responsabilidad.

sábado, 29 de octubre de 2011

Comunión sexual en la pareja


Van de Velde denominaba la unión procreativa «comunión sexual», subrayando con ello la necesidad de que tanto el hombre como la mujer obtengan con este acto una satisfacción recíproca.

Su límite, superado por los estudios fundamentales del sexólogo alemán Oswald Colle, a partir de las experiencias de laboratorio realizadas por Masters y Johnson, consistía en juzgar que esta fusión psicofisica era posible al aplicar el esquema estímulo-reacción.

Olvidando que la habilidad técnica, aunque sea necesaria, no resuelve los problemas de la pareja, tanto por el hecho de que las técnicas eróticas más elaboradas programan racionalmente acontecimientos futuros que a menudo dependen de emociones y tensiones de los instintos, como porque las situaciones humanas, en su variabilidad e innumerabilidad, no pueden ser resueltas simplemente por el concepto según el cual una serie de estímulos eróticos otorgan necesariamente adecuada satisfacción a la pareja.

Edward F. Griffíth confirma la necesidad de una adecuada adaptación psicológica de la pareja, puesto que sólo con el mutuo análisis, el recuerdo del propio pasado, de las propias experiencias negativas y de las propias frustraciones en las diversas épocas de la vida, se evitará la reaparición de aquellos obstáculos que parecen superados cuando únicamente han sido reprimidos.

La pareja unida de un modo positivo es, por lo tanto, la matriz de futuras parejas destinadas a ser felices.

viernes, 21 de octubre de 2011

El Egoismo en la pareja


Estas posibilidades, investigadas en laboratorio por Johnson y Masters, revelan la necesidad de que las parejas aprendan a conocerse gradualmente y recuerden los complejos vínculos existentes entre amor y sexualidad.

Ello implica, como han podido observar las modernas escuelas analíticas, la superación de la fase infantil en la que la satisfacción es un hecho egocéntrico. El individuo adulto debe saber que la unión de dos personas comprende la consecución del más elevado grado de madurez; por lo tanto, el egoísmo entendido como satisfacción limitada a los propios sentidos es un infantilismo con peligrosas repercusiones en la vida cotidiana.

Por su parte, el altruismo no debe ser entendido como pasiva sumisión a la voluntad ajena, como docilidad renunciadora, sino como la búsqueda, entre los dos, de la felicidad conyugal, recordando que los eventuales obstáculos pueden ser superados fácilmente siempre y cuando no sean dramatizados. Al hablar de un caso de desadaptación de una pareja, Oswald Colle afirma textualmente: «Toda pareja necesita un cierto período de adaptación hasta que los deseos sexuales y los hábitos de cada uno hayan alcanzado una confianza capaz de satisfacer a ambos.»

Este período de adaptación no depende tanto de la adquisición de técnicas eróticas refinadas como de la necesidad de conocerse y satisfacerse. Esta superación de la fase narcisística vuelve a ser expresada perfectamente por Colle: «Amar es algo más que sentir el placer del propio cuerpo; es el hecho de volverse hacia el "tú", significa que dos personas se convierten en un "nosotros" y que, en realidad, éstas se entregan y se aceptan totalmente y no sólo en el aspecto sexual

En estas afirmaciones cabe reconocer el espíritu de Wilhelm Reich, quien consideraba el acto sexual como una suprema fusión de la pareja con el Universo. Hoy está demostrado científicamente que el acto sexual implica y abarca toda la esfera psicofisica, por lo que, muy lejos de ser un momento negativo en el ámbito de la vida del hombre, es un momento de libre creatividad, un juego dichoso y una resolución de tensiones.

Si todo esto no sucede en el primer encuentro, cosa que es normalísima, conviene que los cónyuges discutan libremente esta cuestión, que traten de comprenderse y de abandonar remotos tabúes, y que, gradualmente y una vez superada toda reserva egoísta, se unan realmente tanto en lo psíquico como en lo físico.

lunes, 17 de octubre de 2011

Comunicación sexual en la pareja


Transformar las críticas en pedidos

La sexualidad es la parte más íntima y privada de su personalidad, y usted no será capaz de revelar sus deseos no satisfechos si no está seguro de que su pareja no se enojará, criticará o ignorará.

Este ejercicio está diseñado para transformar sus comentarios críticos en manifestaciones positivas.

Consejos: Detrás de todo requerimiento sexual hay un deseo escondido. Usted debe determinar cuál es el deseo oculto en su crítica, y de esta forma sabrá manifestar lo que quiere, en términos específicos y positivos. Aquí hay algunos ejemplos. El primero es para mujeres, el segundo para hombres.

Crítica: "Lo único que te interesa es el sexo"

Deseo oculto: "Quiero que seas más afectivo"

Manifestación positiva del deseo:
"Me gusta que me seduzcas todo el día y no sólo en el mismo y exacto momento en que se te despertaron las ganas de hacer el amor".
Crítica: "Nunca me das el gusto de tomar la iniciativa en el sexo" Deseo oculto: "Me gustaría que te demostraras más interesada en hacer el amor"

Manifestación positiva del deseo:
"Realmente me gusta cuando me hacen el amor a mí. Eso me hace sentir más amado y deseado". Haga el mismo ejercicio con tres cosas que le gustaría mejorar en la forma de hacer el amor de su pareja. Recuerde: la comunicación efectiva no garantiza el acatamiento.

martes, 11 de octubre de 2011

Hablar de sexo con la pareja


Contrariamente a la creencia popular, hablar de sexo no destruye la magia sino que hace que la magia siga viva. Muchos estudios refuerzan la idea de que la comunicación es un ingrediente esencial en una relación sexual satisfactoria.

Por ejemplo, en una investigación realizada entre 2000 mujeres, aquellas que se sentían cómodas al hablar de sus necesidades sexuales reportaban sexo más frecuente y pleno que las mujeres que se sentían inhibidas verbalmente.

El 81 por ciento de las mujeres que se sentían bien al hablar sobre sexo eran siempre o frecuentemente orgásmicas, en oposición al 63 por ciento de aquellas que se sentían incómodas al expresar sus deseos. Aquí le ofrecemos una guía de ejercicios que podrán ayudar a la pareja a encarar sus miedos de expresarse.

Este ejercicio ayudará a mejorar la comunicación en la pareja y pensar sobre las áreas en las que existen problemas. Chequee los puntos que son verdaderos. Yo debería...

- Hablar de mis necesidades más específicamente.

- Hablar sobre sexo con mayor frecuencia.

- Escuchar más cuidadosamente lo que mi pareja tiene que decir.

- Hacerle más preguntas a mi pareja sobre sus necesidades y deseos.

- Ser capaz de cumplir los deseos de mi pareja

Si nota que su pareja está haciendo un esfuerzo para comunicarse positivamente o expresar sus necesidades sexuales, no olvide demostrarle su apreciación.

martes, 30 de agosto de 2011

Impulsos Reprimidos en el Amor


Catarsis es palabra de origen griego que significa purificación, y que la farmacopea clásica utilizaba preferentemente en sentido físico. La psicología moderna se ha adueñado del sentido metafórico o espiritual de la palabra, para designar un fenómeno psíquico bien definido: la «purificación» o liberación que experimenta un individuo al desahogarse, mediante una descarga emotiva, de ciertos violentos impulsos subconscientes que, por diversos motivos, han sido reprimidos y pugnan por manifestarse.

Se trataría, por así decirlo, de una válvula de escape del subconsciente. La catarsis así entendida es siempre un fenómeno emotivo, nunca racional o intelectual; en su génesis interviene una multitud de factores,. pero aquí señalaremos tan sólo el que más nos interesa, es decir el proceso psicológico llamado «identificación». En su sentido más general, se dice que un sujeto se «identifica» inconscientemente con cualquier objeto o persona que, por algún motivo, complete su personalidad o la repare una carencia.

Por ejemplo, es muy frecuente la identificación con objetos que simbolizan claramente el poder, la fuerza o el éxito en cualquiera de sus formas; es el caso de esos hombres que, a fuerza de hacer vida sedentaria, son incapaces de correr cien metros sin agitarse, pero se sienten sumamente orgullosos de la velocidad y potencia de sus automóviles, que en este caso constituyen el objeto con el cual inconscientemente compensan su propia debilidad física.

En el aspecto sexual, la identificación tiene gran importancia porque permite al individuo atribuirse virtudes que, en realidad, no son suyas, pero de las que necesita intensamente para mantener su propio equilibrio psíquico. Es el caso de la mujer que se identifica con los gustos, la manera de vestir y peinarse, y, en suma, con la personalidad de alguna célebre estrella cinematográfica; el éxito sexual (verdadero o aparente) de la persona con la cual se identifica, compensa las dudas o temores inconscientes acerca de su propia sexualidad.

Otro aspecto puede presentar el proceso de identificación, aspecto que nos acerca más aún a la catarsis subsiguiente : nos referimos a aquella forma de identificación mediante la cual el sujeto reconoce (o cree reconocer) en otra persona, o bien en una situación públicamente aceptada (como, por ejemplo, la ficción del cine, el teatro o la novela), un determinado conflicto que inconscientemente él mismo padece.

El sujeto, en este caso, puede «revivir» como perteneciente a otra persona ese contraste que no logra resolver en su interior y ni siquiera enfrentar conscientemente. Una intensa participación emotiva hacia ese conflicto «de otros» da lugar, entonces, a la catarsis.

martes, 23 de agosto de 2011

La Idealización del Hombre de la Pareja


¿Cómo soporta el hombre esta idealización? Por una parte no puede evitar sentirse también encantado al apercibirse de que su novia le considera tan maravilloso (léase machó) como nunca había soñado ser.

Por otra parte, estima que no es necesario desencantarla explicándole que es menos maravilloso de lo que ella cree y que, además, sería inútil, porque seguramente no lograría convencerla.

Y ¿cómo es en realidad el hombre? De muchas maneras, como todos los humanos (hombres y mujeres), pero educado de distinta forma. Con menos cuentos, más en contacto con la realidad. Por eso para el hombre el matrimonio no es una meta, un fin en sí mismo, sino una manera de organizar su vida privada de tal modo que pueda dar satisfacción a sus necesidades más inmediatas adaptándose al mismo tiempo a las normas que la sociedad le impone.

Y, sin embargo, simplemente porque para él el matrimonio no lo es todo, parece injusto hacerle reproches. A él no le han educado exclusivamente para marido, y su mundo, aunque en muchos casos bastante reducido también, acostumbra a tener horizontes más amplios que el universo femenino.

lunes, 15 de agosto de 2011

Arte y espectáculos en la Pareja


Se hace evidente, ahora, la particular significación que estos procesos psíquicos adquieren con respecto al mundo del arte en general, y especialmente al arte que se manifiesta como espectáculo.

El arte, al dirigirse a los sentimientos en forma más o menos directa, gracias a su carácter de comunicación sensible y gracias a su variedad de representaciones, constituye un terreno ideal para las más variadas posibilidades de identificación por parte de los espectadores o admiradores, permitiendo la consiguiente catarsis.

Naturalmente, el arte no es el único terreno propicio para la identificación, porque cierta clase de instintos o conflictos reprimidos encuentran posibilidades de descarga más eficaz e inmediata ante otro tipo de manifestaciones.

Es el caso, por ejemplo, de ciertos espectáculos deportivos, que dan lugar a verdaderos fenómenos colectivos de identificación (se dice «mi» equipo de fútbol, etc.) con la consiguiente catarsis de envidias, odios, y, en general, sentimientos de violencia de una pugna o torneo. Cualquiera puede hallar otros ejemplos adecuados en las costumbres actuales.

sábado, 13 de agosto de 2011

La Pareja - educación de maridos


Como hemos apuntado anteriormente, entendemos por «educación doméstica» el hecho de enseñar al marido a ayudar en los trabajos de la casa, y, lo que es más difícil, convencerle para que «se deje enseñar» a realizar estos menesteres.

Desde que el ser humano se hizo sedentario, hace muchos millares de años, los varones y las mujeres se repartieron el trabajo de la siguiente manera: el varón salía a cazar y a pescar para conseguir los alimentos fundamentales, y la mujer permanecía en casa al cuidado de los hijos, de los animales domésticos y de las tierras, en las que se empezaba a cultivar algunas plantas. En el hogar la mujer se ocupaba también de tejer, de fabricar utensilios de cerámica, etc.

Ha llovido mucho desde entonces. El varón, para vivir, ya no se ve obligado a cazar ni a luchar a muerte con su prójimo por una presa cualquiera. Sin embargo, la mujer sigue en casa. Con lavadora, aspiradora y demás, pero sigue en casa. Y esto no es justo. En una sociedad tan desarrollada industrialmente como la actual, la mujer debería haberse incorporado plenamente al proceso productivo y los enojosos trabajos caseros deberían haberse colectivizado de tal manera que no esclavizaran a nadie.

A la mujer se le ha tendido una trampa, está en un círculo vicioso. Vean si no. La mujer se ocupa de las cosas del hogar porque «no trabaja», y no trabaja porque se tiene que ocupar de la casa. De esto se desprende que si ella no hace un esfuerzo real para que las cosas dejen de funcionar de esta manera, dentro de unos cuantos millares de años más la situaciórf seguirá, en lo que a la mujer respecta, igual que en el neolítico.

Sólo podrá romper las cadenas que la esclavizan mediante al hecho consumado. Si trabaja, si ejerce una profesión, las tareas domésticas se harán solas. Descubrirá de pronto que en vez de lavar la ropa en casa, aunque sea con ayuda de una lavadora, puede recurrir a una lavandería que le devolverá la ropa limpia y seca; descubrirá que comer en los restaurantes es agradable y variado, o que las comidas sencillas que se preparan en casa en un momento son las más sanas y que además no engordan; descubrirá que sus hijos aprenden a desenvolverse solos con gran rapidez y que se vuelven cada día más sociables; descubrirá que el planchado, si compra la ropa con inteligencia, es una actividad que ha pasado a la historia; descubrirá, en fin, que un mundo nuevo se abre ante ella y que, sin saber cómo, se ha liberado de un suplicio absurdo.

¿Y en cuanto a la educación del marido? Pues bien: se hará también sola. Si el varón se considera incapaz de realizar cualquier trabajo doméstico es porque su educación se ha realizado en otra dirección (recordemos que las cocinas, las muñecas, las labores le estaban prohibidas), por lo que se sentiría disminuido en su calidad de varón si se viera obligado a prestar ciertos servicios.

Y, sin embargo, las tareas del hogar no son femeninas en sí, sino que lo son porque hasta ahora las ha realizado la mujer, y esto porque ella, como ser humano de segunda categoría, debía realizar los trabajos menos satisfactorios desde el punto de vista de la realización personal.

miércoles, 10 de agosto de 2011

Diferencias en la Pareja


¿Y cómo superar estas diferencias? Pues bien. Ante todo es necesario tener presente que, aparte de la diferencia de caracteres —diferencia que puede ser más o menos acusada según los casos—, existe una diferencia educacional de la que ni hombres ni mujeres son responsables directamente, y que sólo pueden remediar, por una parte, siendo conscientes de ella, y, por otra, mediante un esfuerzo de comprensión mutua y de verdadero cariño.

No hay que impacientarse en ningún caso. Como parece ser que «el predicar con el ejemplo» suele dar buenos resultados, lo mejor es que la mujer, dosificándolas y sin hacerse pesada, insista en sus atenciones y demostraciones de cariño para con el marido de manera que éste, insensiblemente, se vaya acostumbrando a ellas y acabe por corresponder.

Los reproches, las quejas, los dramas y los llantos no hacen más que agravar la situación, pues el marido considera «que no hay para tanto» y se siente vagamente culpable, lo que no contribuye a mejorar la situación sino a empeorarla, porque el sentimiento de culpa le hace reaccionar con violencia y, de esta manera, las relaciones se van haciendo cada vez más tirantes.

Quede claro, por tanto, que lo que hay que hacer es mostrarse comprensivo en todo momento y aprovechar con inteligencia las ocasiones favorables, y saber abandonar la partida cuando las circunstancias lo requieran. En definitiva: el viejo «tira y afloja».

De todos modos, es necesario hacer notar que la actitud del hombre obedece también a otras causas (el trabajo productivo, el tener que enfrentarse con las incidencias a menudo nada gratas de la «lucha por la vida», etc.) y que, por tanto, no es posible que un matrimonio pueda vivir en perpetuo idilio, encerrados ambos esposos en una torre de marfil, sin contacto con el mundo exterior.

Asimismo debe la mujer tener presente que si ella dejara el hogar para trabajar también fuera de Enlacecasa, sus horizontes se ampliarían, disminuiría su necesidad, a veces enfermiza, de afecto, y, por tanto, disminuirían también sus exigencias, y que, al enfrentarse con problemas parecidos a los que afectan a su marido, tendría más cosas en común con él y reinaría entre ambos este compañerismo que sólo es posible hallar entre personas que sienten las mismas inquietudes y que comparten afectos e intereses.

Vemos, por tanto, que si bien suele ser cierto que los hombres se comportan muchas veces de manera egoísta y poco considerada, es igualmente cierto que el universo femenino es demasiado cerrado, y que el hombre puede fácilmente ahogarse en él. Por eso a la mujer le incumbe también esforzarse por estar en contacto con el mundo; saber lo que ocurre, leer, interesarse por la actividad profesional del marido, etc., y también, y esto sería la solución más eficaz, ejercer, aunque sólo fuera durante unas horas, una actividad que la satisficiera fuera de casa, de manera que se relacionara diariamente con otras personas, con lo cual el marido no sería su única posibilidad de incidir en el mundo, ni se vería obligado a llenar, él sólo, el vacío afectivo que, por lo general, se va creando alrededor de la mayoría de las amas de casa.

miércoles, 27 de julio de 2011

Barreras sociales en la pareja


El matrimonio «burgués» ideal sería el realizado entre personas de un idéntico estrato social y sin grandes desniveles económicos. En el mundo rural pervive aún la prevención contra el forastero «que se lleva» la novia del pueblo, o contra la extraña que se inserta en la estrecha comunidad pueblerina a través de su matrimonio con un convecino.

Naturalmente es absurdo pensar que en el mundo sin barreras, hacia el que vamos, la elección de la persona con la cual se desea construir un hogar, debe reducirse al limitado círculo del clan familiar o de la cerrada clase social. Es imposible poner muros y delimitar los campos donde escoger el cónyuge que habrá de compartir la vida matrimonial; los viajes, los medios de comunicación y la democratización de la enseñanza tienden a romper los muros de ancestrales compartimentos estancos.

La juventud, que marcha decididamente hacia el último tercio del siglo xx, mantiene un contacto tan directo y estrecho entre los dos sexos, que la atracción amorosa surge entre las parejas cuyos miembros proceden de los más dispares estamentos sociales. Y, en muchos casos, precisamente esta disparidad es factor de atracción, como ocurre con la fascinación que los jóvenes bohemios —e incluso los hippies— ejercen sobre las «bien educadas» jovencitas burguesas.

Las simples barreras económicas y sociales han sido frecuentemente rotas en innumerables creaciones literarias —más que en la vida real— gracias a los poetas y a los espíritus sentimentales; desde el rosado «romance» de la humilde pastora y el gallardo príncipe a las grandes tragedias amorosas, sin olvidar a las pálidas y decimonónicas doncellas que luchaban por librar sus contrariados amores de la tiranía de un linajudo y severo padre o de la codicia de un malvado tutor...

Pero no hay que olvidar que toda esta literatura amorosa pone la palabra FIN cuando comienza —en realidad— la vida cotidiana y común de la pareja víctima de tantas tribulaciones. Es decir, cuando el telón se levanta sobre la realización concreta y diaria del vulgar «contigo, pan y cebolla».

El problema se agrava en los países clasistas, porque entonces las barreras han dejado de ser externas para incidir directamente en la convivencia cotidiana de los esposos. La desigualdad social —aún más que la económica— entraña, desgraciadamente, una profunda disparidad de sensibilidad, educación y cultura, que la pareja perteneciente a diferentes estratos sociales, sólo con grandes esfuerzos podrá superar a lo largo del camino del matrimonio.

sábado, 23 de julio de 2011

Diferencias de edad en la pareja


LA EDAD, ¿FACTOR DE DESAJUSTE?

La diferencia de edad entre los cónyuges es un signo externo de desajuste matrimonial. Y, sin embargo, no es este aspecto exterior el que puede hacer fracasar un matrimonio, sino algo más íntimo; la diferencia de madurez entre la pareja.

Y esta diferencia de madurez, que abarca aspectos tan trascendentes como la sexualidad, la inteligencia, la voluntad y la responsabilidad, puede darse, y de hecho se da frecuentemente, entre matrimonios de igual edad, sobre todo cuando éste ha sido realizado muy tempranamente y la pareja en el transcurso de los años se ha ido haciendo adulta mental y socialmente, pero siguiendo un ritmo diferente de maduración.

Asimismo la diferencia de edad cronológica puede ser un factor de desunión tanto cuanto más joven sea el cónyuge menor; es muy diferente la boda entre una muchacha de dieciocho años (casi una adolescente) con un hombre de cuarenta, que la realizada por una mujer madura de treinta y cinco años con un hombre de sesenta, aun cuando en este caso la diferencia de años sea aún mayor.

Así, pues, más que de una diferencia externa de edad, el matrimonio debe precaverse contra una íntima diferencia de madurez. Esa muchacha de dieciocho años, difícilmente alcanzará el completo desarrollo de su personalidad, dada su situación de «eterna menor» dentro de la pareja conyugal.

miércoles, 13 de julio de 2011

El Orgasmo en la Pareja


Con el período de máxima excitación, deviene el orgasmo y la eyaculación en el varón. Esto provoca un rápido descenso en la excitación, lo cual deriva en una sensación de desgano inmediatamente posterior al coito. De allí el dicho popular que indica que cuando el varón eyacula "quiere darse vuelta y dormir".

Fisiológicamente, está preparado para eso, ya que entra en un período en el que pierde la motivación sexual: a los veinte años, este plazo es de dos minutos, y con la edad los tiempos se alargan cada vez más.

Este es otro punto en el que hombre y mujer responden de manera distinta: ellas pueden quedar en el mismo nivel de excitación después de tener un orgasmo, o descender, pero poco. La curva de pérdida de la excitación (que en el hombre se produce casi instantáneamente después del éxtasis), en las mujeres se produce de forma mucho más lenta.

Esto es lo que hace que la mujer después de lograr el éxtasis, desee seguir abrazando a su pareja, tocándolo, e incluso pidiéndole más sexo. Por otra parte, las mujeres pueden tener más de un orgasmo, y orgasmos más prolongados.

Este es el esquema básico de las fisiologías masculinas y femeninas, lo cual condiciona la respuesta sexual de ambos. No obstante, la actitud de los amantes también está condicionada por lo cultural. La reacción amatoria es, entonces, una mezcla de lo físico y lo cultural.

jueves, 31 de marzo de 2011

Historia de la Pareja - Matrimonios


La mujer va a aparecer definida con relación a los hombres: hermana de, hija de, esposa de, nieta de... En este período de la modernidad, ella no se encuentra al margen de la cuestión económica. Ahora, la figura femenina debe procurarse su propia dote. Es cierto que las características de ésta serán diferentes según la clase social a la que pertenezca la mujer.

Para las clases altas y medias, el contrato matrimonial es el negocio más importante que una familia hace; sin embargo, este modelo no se aplica a toda la sociedad. La mujer de clase baja tiene que trabajar para mantenerse, pero no se admite la independencia femenina. Lo que significa que el trabajo tiene su razón de ser en el aporte que ella realiza al contrato matrimonial. Lamujer sin dote puede acceder a un casamiento con alguien situado en el nivel más bajo de la escala social.

En este período, la mujer trabaja en las granjas agrícolas; en la industria doméstica (colabora con sus padres o maridos en el despacho o venta de lo producido en el hogar); en la industria de la seda o pertenece a la servidumbre (con todas las gradaciones: damas de salón' como cúspide de su carrera).

Ahora bien, para conseguir trabajo es importante la educación, bien que escasea en la época. Existen escuelas de caridad (S. XVII) y pequeñas escuelas. Se procura que la mujer tenga buena presencia: "... el ideal era vestido limpio, aunque zurcido, cuello almidonado, aunque viejo, calcetines sin agujeros y zapatos lustrados".

¿Quién con quién?
Las hijas de abogados y de hombres del clero se casan con aquellos de la misma profesión paternal; las sirvientas reales con jornaleros, tratando de establecer una granja; las sirvientes ciudadanas con sirvientes ciudadanos, con el proyecto de crear un pequeño negocio independiente (bar, cafetería). La hilandera se casa con el cardador o el tejedor, de ahí que no se interrumpe el ciclo del trabajo. La mano de obra no calificada (floristas, vendedoras ambulantes) que no tiene dote, o que la ha gastado por alguna enfermedad, se casa con hombres de su misma condición.

Entre 1550 y 1800, las mujeres que mueren solteras son entre el 5 y el 25 por ciento. La edad del casa- miento se eleva. Cuanto mayor es la crisis económica, más notoria es la demora para casarse. En general, la mujer no se casa con alguien situado por debajo de su estatus social.

martes, 29 de marzo de 2011

Historia de la Pareja - Intimidad


En busca de la intimidad
"El amoblamiento interior de las casas apareció con el amoblamiento interior de las mentes" G. Lukacs.

La idea de confort no es precisamente medieval sino una concepción moderna. El hombre-individuo comienza a reclamar sus propios espacios. El confort es mucho más que la búsqueda de bienestar físico; es el contexto para una vida interior que se va vislumbrando.

Las casas comienzan a ser más grandes y mejor construidas, aunque persiste la falta de comodidad física. La piedra sustituye a la madera; el vidrio se abarata y se empieza a usar en las ventanas en lugar de papel engrasado. La chimenea (original del siglo XI) se hace popular y casi todos los espacios tienen una.

El alumbrado sigue siendo deficiente hasta que, en el siglo XIX, aparece la iluminación a gas. Las habitaciones están llenas de cosas pero no amuebladas. Con respecto a la costumbre de bañarse, se produce una regresión. En el medioevo había baños públicos que habían degenerado en bur-deles y por eso se los había proscripto. Por otra parte, el agua es un problema ya que. con el crecimiento de las grandes ciudades, se contaminan los pozos medievales: la gente recurre entonces a las fuentes públicas. Es muy difícil llevar agua a las casas y la vieja costumbre de bañarse se va perdiendo.

Un lugar privado
En la casa burguesa, la comida no se hace en el hogar central sino que ya existe una habitación preparada para estos fines. La sociedad es de por sí maloliente, por eso aislan la cocina, aunque alguna gente sigue durmiendo en la sala o en camas rebatibles, empieza a aparecer la "chambre" (el futuro dormitorio'. Hay, además, otros cuartos co-:on éste: el guardarropas y la despensa, por ejemplo, y a menudo se duerme en ellos.

En general, en estas casas vive más de una familia. Los pisos altos se alquilan , pero no cuentan con "salle ni con cocina". Por lo que se prepara la comida en el dormitorio y la vida de la familia se desarrolla en una sola habitación. Se separan amos y criados, lo cual demuestra un deseo de mayor intimidad. Mucha gente ya no vive y trabaja en un mismo edificio: la casa pasa a ser una residencia y se convierte para algunos en lugar privado. El proceso es lento; sin embargo, la intimidad conseguida es un logro.

domingo, 27 de marzo de 2011

Historia de la Pareja - El Casamiento


El casamiento: algunos cambios, los mismos intereses

Para la mujer, el matrimonio es su destino. Para el hombre, en cambio, llega a ser un proceso que le facilita su accionar. El marido da protección, sostén y paga impuestos. La mujer es compañera y madre, además de al-fabetizadora de sus hijos. El casamiento tiene la finalidad de la reproducción en un marco protegido. Sin embargo, éste es un tramo de grandes dificultades para las mujeres: cargan con mucha responsabilidad pero no gozan de independencia. De ellas dependen la fecundidad y la armonía familiar.

Los jurisconsultos establecen edades legales para casarse y los médicos preservan a las niñas de uniones prematuras o demasiado tardías. Se eleva el conocimiento de la práctica obstétrica y se conocen así los peligros de un embarazo para una adolescente apenas formada. A fines del Renacimiento, la sexualidad aparece como legítima y necesaria. Si se casa a la mujer sin su consentimiento, se es culpable a los ojos de la naturaleza.

La unión armoniosa de los sexos depende de un acuerdo físico y espiritual: ahora la jovencita no es soporte pasivo del varón y su volunt; Se le concede el derecho de participar en construcción de su destino. Obviamente, t to choca con una sociedad en la que las niñ son objeto de transacción, moneda de car bio de un poder económico y de un prestig social. De todas formas, se intenta luch, contra alianzas que sólo le dan prioridad a ambición social, sin tener en cuenta el entei dimiento afectivo y físico de los cónyuge: aunque todavía no se puede situar el ame como base de la pareja.

En esta etapa de la historia, un matrimo nio es un contrato que supone un intercam bio de bienes que caen bajo la óptica de marido. Los asuntos monetarios se antepo nen -si bien no como antes- a los deseos necesidades y naturaleza de las mujeres. Er el período anterior a la Reforma y al Concilio de Trento, el acto matrimonial no es un consentimiento y juramento de amor y fidelidad, sino un contrato seguido luego de un acto sexual. En un testamento de 1599, un padre le legó a su hija algunas ovejas y un marido. "A mi hija Majorie, le dejo LX ovejas y un marido y la concedo en matrimonio a Edward, hijo de Reynold Shajtoe." Contraer matrimonio por amor, sin tierras o bienes, es asegurarse una vida de sufrimiento.

Casi todos los maridos son mayores que sus esposas, lo que les permite combinar el papel de padre y esposo. Las ideas de los predicadores como las de los humanistas ubican a la mujer en el hogar, el silencio y la sencillez. Existen varios manuales de confesión y guías matrimoniales en los que se limitan las actividades sexuales. El acto sexual no debe practicarse frecuentemente; debe hacerse frente a frente, sin usar las manos o la boca, sin obscenidad ni desnudez visible, y sin insultos.
Sin embargo, casi todos los códigos morales le dan al marido el derecho de golpear a la mujer en "actitud de corrección". El adulterio es la manera más fácil (para los hombres) de disolver matrimonios; si bien entre las clases pobres, la causa más común de disolución es el abandono.

jueves, 24 de marzo de 2011

Historia de la Pareja


La pareja cerrada y atomizada del período feudal va dando paso a otra, en la que -con ciertas contradicciones- se le concede a la joven el derecho de participar en la construcción de su destino. En este período, el cuerpo de la mujer ya no es algo tan misterioso y oscuro; ella comienza a ser definida en función del órgano que le da sentido: el útero.

Para muchos historiadores, la modernidad se inicia en el Renacimiento (siglos XV y XVI), época en que ideologías de libertad, individualidad creadora, incursiones cabalísticas y alquímicas preanuncian y promueven nuevas representaciones. El hombre camina hacia la autonomía de conciencia y ejerce el libre albedrío alentado por la experimentación científica. Este periodo se caracteriza por el despliegue de un conocimiento humanista de la naturaleza en búsqueda de verdades terrenales. Sin contar que todo el marco cultural aparece trastrocado por los nuevos aires que traen los estudios copernicanos.

El hombre moderno ancla sus ideales sobre la base de que el mundo es perfectible y dominable. El rasgo más marcado de este proceso es la necesidad de "renovación": los hombres aspiran a ser individuos. Se encuentran sumidos en una forma de experiencia vital que les propone aventuras, transformaciones, crecimientos y, al mismo tiempo, amenaza con destruirlos.

Esta es la modernidad que no tiene fronteras ni ideologías, y une y desune a la humanidad en un proceso de cinco siglos que, según algunos historiadores, continuaría hasta el día de hoy.

¿Cómo es la vida moderna que enmarca a la pareja? Se alimenta de varias fuentes: descubrimientos importantes de las ciencias; industrialización en la producción; aparición de nuevas formas de poder jurídico y de la lucha de clases; transformaciones demográficas; sistemas masivos de comunicación; estructuración de los estados en forma cada vez más poderosa y aparición del mercado capitalista.

La vida moderna cotidiana es un verdadero torbellino. Los hombres se convierten en héroes diarios de un mundo que ofrece multitud de nuevas experiencias, imposibles de clasificar. En este capítulo nos extendemos un poco más allá de los límites cronológicos del Renacimiento, para referirnos al período que transcurre entre los siglos XV y XVIII, aproximadamente.

Momento en el que, en forma gradual, se define una nueva forma de preservar, vivir y concebir la vida privada, que afecta la construcción del mundo de la pareja. Los cambios son paulatinos. De la pareja cerrada y atomizada del período feudal, se comienza a edificar un modelo relacionado con el mundo exterior, que se basa en la "fundación de la familia."